El socialismo, a pesar de sus estruendosos fracasos históricos y el sufrimiento que ha causado en diversas sociedades, sigue vendiéndose como una utopía irresistible para muchos. Su atractivo radica en promesas seductoras de igualdad, justicia social y bienestar colectivo, envueltas en un discurso emotivo que apela a los más vulnerables. Aun así, su narrativa sigue vigente, reciclándose con nuevas etiquetas y estrategias comunicativas que ocultan sus fallas sistémicas, convirtiéndolo en un producto político de gran éxito comercial, aunque desastroso en la práctica.
Un aporte de Anthony Romero
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