Planificación el tema siempre pendiente.
Dr. Armando José Urdaneta Montiel
El eterno debate económico entre libre mercado y planificación estatal suele resolverse, en algunos foros, con una propuesta aparentemente sensata: la planificación indicativa. A primera vista, suena bien: el Estado no impone ni dirige la producción, sino que orienta, proyecta y facilita la coordinación en sectores estratégicos. Es, se dice, la forma de evitar los extremos: ni mercado totalmente desregulado, ni control central asfixiante. Se presenta como una "tercera vía" que busca combinar la eficiencia del mercado con la capacidad de dirección del Estado para corregir fallos y promover objetivos nacionales (Chang, 2002).
Sin embargo, esta aparente "tercera vía" está lejos de ser una solución libre de problemas. La experiencia histórica demuestra que la planificación indicativa, aunque menos rígida que la planificación central, tiende a degenerar en dirigismo, favoritismos y burocracia. Se abre la puerta a que los gobiernos “indiquen” demasiado, y esas indicaciones, con el tiempo, se conviertan en imposiciones o privilegios para ciertos sectores y empresas cercanas al poder político. El mercado deja de funcionar como espacio de descubrimiento y competencia genuina, y se transforma en una carrera por captar las señales y subvenciones públicas. Esta dinámica puede llevar a la captura reguladora, donde los intereses privados influyen en las decisiones gubernamentales para su propio beneficio (Stigler, 1971).
El renombrado economista Milton Friedman ya advertía que cualquier forma de protección o intervención estatal, por suave que parezca, termina por erosionar la competencia, encarecer los precios y perjudicar a los consumidores (Friedman, 1962). La historia económica está plagada de ejemplos donde las "orientaciones" gubernamentales han distorsionado los mercados, creando monopolios y oligopolios que, lejos de beneficiar a la sociedad, la empobrecen. Por su parte, Joseph Schumpeter nos recuerda que el verdadero motor del progreso económico no son los planes diseñados en despachos, sino la creatividad disruptiva de los empresarios: hombres y mujeres que arriesgan su capital y su reputación para crear algo nuevo y romper con las estructuras existentes (Schumpeter, 1942). Esta destrucción creativa es esencial para la innovación y el dinamismo económico, algo que la planificación indicativa, al intentar "ordenar" el mercado, a menudo obstaculiza.
Es cierto que el mercado no es perfecto y que pueden existir fallos de coordinación o de inversión en bienes públicos. La teoría económica reconoce la necesidad de una intervención estatal mínima para proveer bienes públicos y corregir externalidades (Arrow, 1962). Pero pensar que la planificación indicativa, por ser más flexible que la planificación central, va a resolver esos problemas sin crear otros, es ingenuo. En la práctica, la “orientación” estatal se convierte muchas veces en excusa para proteger industrias ineficientes, repartir subsidios y construir estructuras burocráticas que frenan la competencia y sofocan la innovación. Los incentivos perversos generados por estas intervenciones pueden llevar a la búsqueda de rentas (rent-seeking), donde los agentes económicos dedican sus esfuerzos a obtener beneficios a través de la manipulación del entorno político, en lugar de crear valor (Tullock, 1967).
La alternativa no es renunciar a toda intervención, sino diseñar instituciones que protejan de verdad la libertad de entrada, la competencia abierta y los incentivos a innovar. La clave no está en que el Estado “oriente”, sino en que garantice un entorno transparente, reglas del juego claras y mercados donde los ganadores sean elegidos por los consumidores, no por los planificadores. Esto implica fortalecer el estado de derecho, asegurar la seguridad jurídica y proteger los derechos de propiedad, elementos fundamentales para un mercado eficiente y justo.
En última instancia, ni el libre mercado puro, ni la planificación central, ni la planificación indicativa como fórmula intermedia resuelven, por sí solas, los problemas del desarrollo económico. Lo esencial sigue siendo promover el capitalismo de libre empresa, la competencia real, la creatividad empresarial y un marco institucional que permita que las decisiones descentralizadas generen progreso y bienestar. Todo lo demás, por sofisticado que suene, acaba siendo más parte del problema que de la solución. La verdadera prosperidad emana de la libertad individual para emprender, innovar y competir en un entorno de reglas justas y predecibles.
Referencias
Arrow, K. J. (1962). Economic welfare and the allocation of resources for invention. En R. R. Nelson (Ed.), The rate and direction of inventive activity: Economic and social factors (pp. 609-625). Princeton University Press.
Chang, H.-J. (2002). Kicking away the ladder: Development strategy in historical perspective. Anthem Press.
Friedman, M. (1962). Capitalism and freedom. University of Chicago Press.
Schumpeter, J. A. (1942). Capitalism, socialism and democracy. Harper & Brothers.
Stigler, G. J. (1971). The theory of economic regulation. The Bell Journal of Economics and Management Science, 2(1), 3-21.
Tullock, G. (1967). The welfare costs of tariffs, monopolies, and theft. Western Economic Journal, 5(3), 224-232.