Ideas anti zurdos, un espacio para defender la libertad.

viernes, 25 de abril de 2025

El populismo y la destrucción de la seguridad social en América Latina (qué hacer desde la libertad)

 

La seguridad social fue concebida como un pilar de bienestar para los trabajadores. Sin embargo, en buena parte de América Latina ha degenerado en un sistema ineficiente, politizado y financieramente insostenible. ¿El resultado? Pensiones bajas, falta de cobertura real y una juventud que desconfía del sistema. Detrás de este colapso hay una causa común: la gestión estatal sin control ni responsabilidad.

Argentina: más beneficiarios, menos aportes

Uno de los casos más ilustrativos es el de Argentina. En 2008, el gobierno eliminó el sistema de capitalización individual y estatizó los fondos de las AFJP (Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones). En 2014, con fines electorales, se amplió la cobertura del sistema previsional incorporando a más de 2 millones de nuevos jubilados, muchos de los cuales nunca habían aportado al sistema o lo habían hecho de forma mínima. Esto provocó un aumento desproporcionado del gasto previsional, deteriorando aún más las finanzas públicas. Hoy, el 90% de los jubilados en Argentina cobra la jubilación mínima, y el sistema sigue dependiendo de transferencias del Tesoro.

Ecuador y el uso político del IESS

En Ecuador, el IESS sufre un deterioro constante. El Estado ha utilizado los fondos de pensiones para financiar gasto público, sin la debida restitución. La deuda estatal con el IESS supera los USD 20 mil millones. Mientras tanto, los jubilados reciben pensiones que muchas veces no cubren ni el costo de la canasta básica. Los jóvenes cotizantes, por su parte, desconfían del sistema y temen no recibir nada a futuro.

Perú: ¿un sistema más libre?

En el caso peruano, se ha mantenido un modelo mixto donde coexisten el sistema público (ONP) y el privado (AFP). Quienes cotizan en las AFP tienen cuentas individuales y propiedad sobre sus fondos, aunque el sistema no está exento de críticas. Muchos trabajadores informales no cotizan, y algunos reclamos giran en torno a las comisiones o la libertad para retirar los fondos. Aun así, los rendimientos acumulados históricamente han sido superiores a los del sistema público, y hay una sensación mayor de autonomía entre los cotizantes.

¿Qué propone el liberalismo?

Desde una visión liberal, la solución no es más Estado, sino más libertad y responsabilidad individual. El modelo ideal debe basarse en:

  • Propiedad privada del fondo: que el ahorro previsional sea intocable por parte del Estado.

  • Capitalización individual: el trabajador aporta a su propia cuenta y la ve crecer.

  • Libre elección del administrador: que compitan en eficiencia y transparencia.

  • Protección subsidiaria: el Estado solo debe asistir a quienes realmente no puedan ahorrar.

El sistema chileno, en su forma original, encarnó esa propuesta y fue referente internacional por décadas. A pesar de los cuestionamientos recientes, los datos demostraron que permitió generar más recursos para los trabajadores que los sistemas de reparto.

El mundo vuelve a mirar la capitalización

Curiosamente, mientras en algunos países latinoamericanos se cuestionan los sistemas privados, en otras regiones del mundo se vuelve a discutir seriamente la capitalización individual. En Europa del Este, por ejemplo, países como Estonia, Letonia y Eslovaquia han reformado sus sistemas previsionales para dar mayor peso al ahorro individual. Incluso organismos multilaterales como el BID y el Banco Mundial han comenzado a sugerir sistemas híbridos que combinen capitalización y solidaridad, con énfasis en la sostenibilidad financiera y la autonomía del trabajador.

El fracaso de la seguridad social estatal en América Latina tiene responsables claros: el populismo previsional, la irresponsabilidad fiscal y la falta de visión a largo plazo. La solución no pasa por seguir ampliando beneficios sin respaldo financiero, sino por devolverle al trabajador el control sobre su futuro.

La libertad de elegir cómo y con quién ahorrar, la transparencia en la gestión y el respeto al esfuerzo individual deben ser los pilares de una nueva seguridad social. Porque solo desde la libertad nace un sistema realmente justo, sostenible y digno.

¿Vas a seguir dejando tu futuro en manos del Estado o prefieres tomar el control de tu pensión? Deja tu comentario y sigue este blog.
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jueves, 24 de abril de 2025

JOMO y Liberalismo: La Alegría de Ser Libre

 


En estos tiempos donde la hiperconectividad impone sus ritmos, y las redes sociales dictan qué es lo deseable, qué se debe sentir y qué no perderse, emerge entre los jóvenes una tendencia refrescante: el JOMO, o Joy of Missing Out (la alegría de perderse algo). Este fenómeno representa un giro cultural profundo, una reivindicación del espacio personal, del silencio elegido, y del bienestar basado en decisiones propias, no impuestas por la mayoría.

Lejos de ser un simple acto de desconexión digital, el JOMO es una expresión contemporánea de un ideal netamente liberal: la libertad de ser y decidir sin presión del entorno. Frente al FOMO (Fear of Missing Out), que nace del miedo a quedar excluido del bullicio social, el JOMO propone la soberanía del individuo sobre su tiempo, su atención y su bienestar emocional.

¿Qué es JOMO y por qué conecta con el pensamiento liberal?

El JOMO, como actitud, no busca renunciar al mundo, sino resignificarlo desde el individuo. Implica decir "no" a las imposiciones culturales de estar siempre presente, siempre activo, siempre entretenido. Es elegir leer un libro en vez de asistir a una fiesta que no motiva. Es apagar el teléfono para caminar solo por el parque. Es preferir pensar antes que reaccionar.

Desde la teoría liberal, esto se conecta con dos pilares:

  1. La libertad negativa (Isaiah Berlin): la ausencia de coacción. En el JOMO, el joven no huye de la sociedad, simplemente no se siente obligado a seguirla.

  2. La autodeterminación individual (John Stuart Mill): la posibilidad de definir el propio proyecto de vida. Si Mill defendía el derecho del individuo a ser excéntrico, siempre que no dañara a otros, el JOMO actualiza esa idea en clave digital.

Un acto de resistencia frente al colectivismo emocional

Vivimos una época donde la validación social es casi una moneda emocional. Las redes sociales han normalizado un sistema de “observación mutua constante”, como ya anticipaba Tocqueville al describir los peligros del igualitarismo y la presión del juicio público en las democracias modernas.

El JOMO aparece entonces como una forma de resistencia liberal frente a un nuevo tipo de tiranía: la tiranía del algoritmo, del “me gusta”, del trending topic. Quien practica JOMO decide que su vida no debe girar en torno a lo que los demás valoran, sino en lo que a él mismo le da sentido.

El individuo como centro, no como engranaje

Ejemplos no faltan. Pensemos en una estudiante universitaria que, tras años de ansiedad por no “perderse nada”, opta por dedicar sus fines de semana a pintar y meditar, ignorando las historias de Instagram. Su decisión no es pasiva: es un acto profundamente activo de libertad.

O en el joven emprendedor que, en lugar de seguir el tren de vida corporativo, decide mudarse a una comunidad rural, trabajar remotamente y vivir según sus propios ritmos. Estos actos, aunque aparentemente simples, en realidad implican una defensa de la libertad interior, la única que permite una existencia genuina.

Liberalismo emocional: una nueva frontera

El liberalismo, a menudo reducido a lo económico o político, tiene una dimensión existencial que no debe olvidarse: la libertad emocional. La posibilidad de sentir lo que uno elige sentir, de priorizar el descanso por sobre la productividad, de decidir qué me afecta y qué no.

En un mundo dominado por la emocionalidad masiva y el “deber ser” colectivo, el JOMO propone un camino de introspección. Es una llamada a reconectar con la soledad elegida, a reivindicar la privacidad como un derecho, y no como un lujo.

El JOMO como acto liberal

JOMO no es apatía, es criterio. No es aislamiento, es elección. Es la expresión moderna de un viejo anhelo liberal: vivir como uno elige, no como se espera. En un mundo que premia la hiperactividad social y penaliza el silencio, elegir perderse algo es, a veces, la mejor manera de encontrarse a uno mismo.

Por eso, si el liberalismo defiende la autonomía del individuo frente al Estado, frente al grupo, frente a las modas... entonces JOMO es una manifestación cultural coherente con esa filosofía: una alegría sencilla, pero profundamente liberadora.

¿Te has sentido alguna vez presionado por estar siempre “conectado”? ¿Te atreverías a practicar el JOMO como un acto de libertad personal?
Si estos temas te inspiran tanto como a nosotros, síguenos en el blog para seguir explorando cómo las ideas de la libertad individual pueden transformar tu vida cotidiana.
¿Estás listo para pensar diferente y vivir libre?

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lunes, 21 de abril de 2025

La Trampa de la Institucionalidad en América Latina


Autor: Dr. Armando José Urdaneta Montiel

América Latina, una región con un potencial económico vasto y recursos naturales abundantes, pero sigue estancada en un círculo vicioso de pobreza, corrupción y crisis económica. A pesar de los intentos por modernizar las economías y atraer inversión extranjera, las instituciones gubernamentales continúan fallando en proporcionar un entorno favorable para el desarrollo. La precariedad institucional, exacerbada por las políticas inflacionarias y las regulaciones excesivas, ha resultado en un freno constante al crecimiento económico. Países como Ecuador, Venezuela, Argentina y Guatemala se encuentran entre los ejemplos más representativos de este fenómeno, donde la intervención estatal y la falta de seguridad jurídica han disuadido a los inversionistas y agudizado las crisis internas.

Instituciones débiles, economías frágiles

La calidad institucional en América Latina ha sido consistentemente baja durante la última década. El Índice de Calidad Institucional (ICI) en sus distintos informes desde 2012 hasta 2023, ha revelado que las principales economías de la región, como Argentina, Venezuela y Ecuador, han sufrido un deterioro continuo en sus instituciones políticas y económicas. Estos países no solo se caracterizan por tener gobiernos centralizados y con altos niveles de corrupción, sino también por la falta de respeto al estado de derecho y los derechos de propiedad, factores claves para atraer inversión extranjera. Según el informe de calidad institucional de 2013, la falta de calidad institucional afecta negativamente no solo a la actividad económica interna, sino también a los flujos de inversión extranjera, especialmente en aquellos países con altos niveles de corrupción y control gubernamental.

Venezuela y Ecuador, bajo las políticas de la Revolución Bolivariana y la Revolución Ciudadana hasta el 2017 respectivamente, son casos emblemáticos de cómo las instituciones precarias y la inseguridad jurídica han frenado el interés de los inversionistas internacionales. Venezuela, que se ubicó entre los últimos puestos del índice durante varios años consecutivos, muestra un patrón constante de intervención estatal en la economía, expropiaciones y políticas erráticas que desincentivan el ingreso de capital extranjero.

Exceso de regulaciones y su impacto en la inversión

Uno de los mayores obstáculos para la inversión extranjera directa en América Latina es la maraña de regulaciones impuestas sobre la actividad económica. Países como Venezuela y Argentina han desarrollado políticas intervencionistas y populistas que distorsionan el mercado, generan inestabilidad y ahuyentan a los inversionistas. Las reformas estructurales se han visto limitadas por el deseo de los gobiernos de controlar sectores clave, imponiendo cargas fiscales exorbitantes y normativas que no solo dificultan la apertura de nuevas empresas, sino que también castigan a aquellas que desean expandirse o invertir en el país.

Argentina, bajo el kirchnerismo, adoptó medidas como la nacionalización de empresas y expropiaciones arbitrarias que crearon un clima de extrema incertidumbre. En 2012, el informe de calidad institucional menciona específicamente la expropiación de YPF a la española Repsol sin indemnización adecuada, un caso que resaltó la falta de respeto al derecho de propiedad y la seguridad jurídica. De manera similar, en Venezuela, la expropiación de activos privados y la violación sistemática de los derechos de propiedad no solo destruyó la confianza empresarial, sino que aceleró la fuga de capitales. Ecuador no es ajeno a este fenómeno. Durante la Revolución Ciudadana, la administración centralizó la economía y adoptó medidas que restringieron la libertad económica, lo que contribuyó al desplome de la inversión extranjera en sectores estratégicos.

Si bien Guatemala no implementó medidas tan extremas como las expropiaciones observadas en Argentina o Venezuela, las debilidades en su sistema judicial, la inseguridad y la falta de reformas estructurales claras en áreas clave, como la protección de los derechos de propiedad y el cumplimiento de contratos, generaron incertidumbre para los inversionistas extranjeros. El aumento de la deuda externa durante este período también sugiere que el país tuvo que recurrir al endeudamiento para compensar la falta de inversión privada.

La inflación y el limitado ahorro interno

A la falta de inversión extranjera directa se suma un problema interno: el escaso ahorro nacional. En economías frágiles como las de América Latina, la inflación se ha convertido en una constante que erosiona los ingresos y limita la capacidad de ahorro de las personas. Países como Argentina, Ecuador, Guatemala y Venezuela han incrementado su deuda externa de manera considerable entre 2004 y 2016, en parte para financiar déficits fiscales generados por políticas populistas y expansivas.

En Argentina, la deuda externa pasó de US$ 110 mil millones en 2004 a más de US$ 144 mil millones para 2014, luego de una década de políticas económicas erráticas que incluyeron expropiaciones y controles de capital. En Ecuador, bajo la Revolución Ciudadana se cuadruplicó, pasando de US$ 10 mil millones en 2007 a US$ 43 mil millones en 2016, principalmente debido a acuerdos financieros con China. Venezuela, en el marco de la Revolución Bolivariana su deuda externa se triplicó, alcanzando US$ 90 mil millones en 2016, exacerbada por acuerdos de deuda-petróleo con China y Rusia . Guatemala también aumentó su deuda externa, aunque de manera más pausada de US$ 4.8 mil millones a US$ 8.6 mil millones en este período.

Este creciente endeudamiento no solo limita las posibilidades de ahorro interno por el aumento y encarecimiento del servicio de la deuda, sino que también aumenta la dependencia de estos países de la inversión extranjera para impulsar el crecimiento económico, una inversión que sigue siendo esquiva debido a la inestabilidad política y la incertidumbre institucional.

Seguridad ciudadana y calidad de los servicios públicos: factores olvidados

Otro aspecto clave que desalienta la inversión extranjera es la falta de seguridad ciudadana y la baja calidad de los servicios públicos. América Latina, y en particular países como Venezuela y Guatemala, enfrenta altísimos niveles de criminalidad, lo que aumenta los costos para las empresas y las desincentiva de invertir en la región. El informe del índice de calidad institucional de 2015, destaca cómo la inseguridad ciudadana en Venezuela, Honduras y Guatemala sigue siendo un factor que afecta tanto la estabilidad interna como la confianza de los inversores.

Al mismo tiempo, la calidad de los servicios públicos es deficiente, lo que contribuye a un entorno poco atractivo para el establecimiento de negocios internacionales. En el caso de Ecuador, el informe menciona que la falta de inversión en infraestructura y la baja eficiencia de los servicios básicos se suman a la lista de barreras para la inversión extranjera.

Conclusión

La precaria institucionalidad en América Latina es una de las mayores barreras al desarrollo económico y a la atracción de inversión extranjera. Países como Ecuador, Venezuela, Argentina y Guatemala han caído en una trampa institucional, donde las regulaciones excesivas, la inestabilidad jurídica y la falta de seguridad y el cercenamiento a las libertades económicas, se han convertido en los principales frenos al crecimiento sostenible. Mientras estas naciones no logren fortalecer sus instituciones, reducir la corrupción y generar un entorno propicio para la actividad empresarial mediante una menor intervención estatal en la economía mediante una menor presión fiscal y la supresión de regulaciones, seguirán esperando por un capital extranjero que nunca llegará bajo estas condiciones, en la actualidad, prefiere mercados más estables y con reglas claras. La única vía de escape de esta trampa pasa por la mejora institucional, la adopción de políticas monetarias estables y la creación de un entorno económico que promueva la competencia y respete la libertad económica.


¿Crees que es posible romper el círculo vicioso de pobreza y corrupción en América Latina sin una reforma institucional profunda? Deja tu comentario y comparte este blog entre tus amigos.

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domingo, 20 de abril de 2025

Mario Vargas Llosa: el escritor liberal que se hizo eterno.

 

Cuando el Perú se debatía entre el caos económico y la confusión ideológica de la izquierda del APRA y del terrorismo, un novelista ya consagrado, Mario Vargas Llosa, tomó una decisión que marcaría su historia y la del liberalismo hispanoamericano.

Vargas Llosa no fue un liberal desde siempre. Como muchos jóvenes de su generación, simpatizó con la izquierda revolucionaria y defendió inicialmente la Revolución Cubana que en ese momento era el faro para muchos intelectuales, quién no era de izquierda recibía el escarnio público y el silencio casi inmediato de editoriales y medios de comunicación pro izquierda. Pero el desencanto fue rápido y profundo, Cuba era una mentira disfrazada con ropas finas. La censura, la represión y el autoritarismo lo llevaron a abandonar el marxismo y a abrazar el liberalismo clásico, vivir la mentira produjo ese desenlace. Los hechos fueron el mejor maestro para encontrar la verdad. Así lo narró él mismo en La llamada de la tribu (2018), una obra en la que repasa a sus mentores ideológicos: Adam Smith, Hayek, Popper, Berlin y otros gigantes de la libertad.

En los años noventa, cuando la mayoría callaba, Mario se volvió voz. Voz contra el populismo, el colectivismo y el nacionalismo autoritario. Fue candidato a la presidencia del Perú con un programa de economía abierta y Estado limitado. Aunque perdió las elecciones, muchas de sus propuestas fueron adoptadas posteriormente, incluso por su rival Alberto Fujimori (el chino), aunque sin el respeto institucional que él defendía.

No fue un liberal economicista, sino humanista. Defendía la propiedad privada y el mercado libre, pero también el Estado de Derecho, la cultura, la justicia independiente y la educación como vía para la emancipación individual. Algo que le terminó costando la crítica y el odio enfermizo entre escritores de línea roja.

En su vida, Vargas Llosa fue más que un autor galardonado. Fue mentor, promotor, y, para muchos un faro que evitaba encallar en las rocas del marxismo destructor de vidas. Fundó la Fundación Internacional para la Libertad, tejió redes, alentó vocaciones. Hizo sentir a muchos que defender la libertad no era locura, sino responsabilidad con los que menos tienen.

Queda su obra, su voz y su convicción: que el liberalismo es la mejor defensa contra los dogmas del poder. Que la libertad, aunque incomprendida, siempre vale la pena. Juan Ramón Jiménez (1881-1958) escribió: En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida. Ese bordado lo llevó a Vargas Llosa a escribir de manera inmortal su pensamiento sobre la libertad.

Comenta si has leído a Mario Vargas Llosa y qué aprendiste de sus libros.


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jueves, 17 de abril de 2025

El colapso del correísmo: Ecuador eligió libertad y futuro

 


Durante las últimas décadas, gran parte de América Latina fue escenario de la hegemonía de gobiernos de izquierda radical, cimentados en promesas populistas, discursos engañosos y manipulación emocional sistemática. Estos regímenes, lejos de promover la justicia social prometida, impusieron prácticas autoritarias, corrupción generalizada y coerción disfrazada de participación ciudadana. Sin embargo, parece haber llegado el momento en que este guion ya no convence a las sociedades latinoamericanas. En países como Argentina y Ecuador, las urnas están expresando claramente un rechazo contundente hacia este tipo de políticas.

En Ecuador, el mensaje del pueblo fue rotundo. La elección presidencial del 13 de abril de 2025 dio una clara victoria a Daniel Noboa, quien superó por aproximadamente un 11% a su rival, Luisa González, representante de la izquierda progresista vinculada al correísmo. Este resultado no fue producto del azar ni de campañas efímeras, sino una respuesta deliberada de los ciudadanos que optaron por romper con un pasado marcado por discursos polarizantes y corrupción política.

La campaña de Noboa estuvo enfocada en atender dos grandes preocupaciones nacionales: la inseguridad ciudadana y el narcoterrorismo. Presentó propuestas concretas para fortalecer las fuerzas de seguridad, recuperar territorios dominados por la delincuencia organizada y restaurar la paz social. Además, ofreció un plan económico orientado a ordenar las finanzas públicas, atraer inversiones, generar empleo y responder ágilmente ante situaciones de crisis, como evidenció durante las recientes inundaciones que afectaron al país.

En contraste, el correísmo sufrió una debacle política, resultado de múltiples errores estratégicos. Se mantuvo en una narrativa divisiva con propuestas controvertidas como los cuestionados "gestores de paz" y especulaciones sobre la desdolarización, que representaba un suicidio económico para Ecuador. Las filtraciones recientes de chats que revelaron prácticas corruptas y manejos poco transparentes profundizaron aún más la crisis interna de este movimiento.

Este colapso no solo fue evidente en las urnas presidenciales, sino también en la Asamblea Nacional, donde el correísmo perdió fuerza política al quedar reducido a 66 legisladores tras la salida de la asambleísta Mónica Salazar. La fractura de su discurso unificado del pasado simboliza la decadencia irreversible del modelo político representado por Rafael Correa.

Hoy, Ecuador avanza hacia una nueva etapa. Atrás quedan las promesas incumplidas y los liderazgos mesiánicos. La sociedad ecuatoriana mira hacia adelante con optimismo y exigencia, consciente de que la política debe servir como herramienta para construir una nación más libre y próspera. Este cambio podría también marcar un precedente para otros países como Colombia y Chile, cuyos gobernantes de izquierda enfrentan críticas crecientes por acciones cuestionables que podrían acelerar el fin del dominio ideológico de izquierda en la región.

Este fenómeno de declive no es exclusivo de Ecuador. En Colombia, el gobierno de Gustavo Petro enfrenta una marcada caída en su aprobación popular debido a controversias políticas internas y la ineficacia en la implementación de sus políticas. En Chile, el presidente Gabriel Boric experimenta un descenso similar en la popularidad, derivado de la insatisfacción social por su gestión económica y social. Asimismo, Argentina expresa un claro rechazo electoral hacia las políticas kirchneristas que siguen tratando de torpedear al gobierno liberal del presidente Javier Milei, y Brasil muestra señales claras de cambio con derrotas locales significativas para el Partido de los Trabajadores. Estos casos confirman que América Latina está en un proceso de transición política hacia opciones más pragmáticas y alejadas de las prácticas que caracterizaron a la izquierda radical en las últimas décadas. El tiempo dirá si esta transformación se consolida o queda en mera esperanza.


Por: Econ. Luis Cedillo-Chalaco, MSc.

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La Imputación de Menger a propósito del levantamiento del Cepo en Argentina

 


Cuando hablamos del valor económico de los bienes que consumimos diariamente, es frecuente pensar en términos de costos: cuánto cuesta producirlos, cuánto tiempo y esfuerzo se invirtió en ellos, y cuáles fueron los recursos utilizados. Sin embargo, Carl Menger, uno de los grandes economistas del siglo XIX y fundador de la Escuela Austriaca, nos ofrece una visión completamente distinta y revolucionaria sobre este tema.

En su teoría de la imputación, Menger explica que el valor de cualquier bien económico no está determinado por sus costos de producción, sino por la utilidad que los consumidores le atribuyen. En otras palabras, son las preferencias y decisiones del consumidor las que otorgan valor real a los productos y, por extensión, a los recursos utilizados para producirlos.

Para entender mejor esta idea, pensemos en un sencillo ejemplo cotidiano: una taza de café. El valor económico de esa taza no está dado únicamente por el café molido, el agua caliente o la mano de obra que la prepara. Su valor proviene del deseo del consumidor, quien aprecia esa taza porque satisface una necesidad o deseo específico, como mantenerse alerta, disfrutar de un momento de relajación o simplemente saborear una buena bebida.

Así, Menger argumenta que el valor fluye del bien final hacia atrás, hacia todos los factores que contribuyeron en su producción. Esto significa que los recursos empleados, como los granos de café, el trabajo del barista, la maquinaria utilizada e incluso el local donde se sirve el café, obtienen su valor derivado, no de forma intrínseca, sino a partir del valor asignado por los consumidores al producto final.

¿Por qué esto es importante? Porque cambia radicalmente la forma en que entendemos la economía y los procesos productivos. Tradicionalmente, economistas clásicos como Karl Marx sostenían que el valor provenía del trabajo invertido en la producción. Bajo este enfoque, los costos y el esfuerzo determinaban el precio. Pero la visión de Menger rompe con esta lógica, colocando al consumidor como el actor central del mercado.

Este enfoque de Menger ayuda a explicar fenómenos económicos muy comunes. Por ejemplo, ¿por qué algunas materias primas incrementan su valor considerablemente cuando se descubre un nuevo uso o aplicación tecnológica? Sencillamente porque los consumidores comienzan a valorarlas más, aumentando así la demanda y elevando su precio. Un recurso antes considerado poco valioso puede convertirse rápidamente en esencial debido a las nuevas necesidades y preferencias de las personas.

De esta manera, el principio de imputación nos permite entender también cómo funciona el mercado laboral. El salario de un trabajador no solo refleja el esfuerzo físico o mental, sino también la valoración que los consumidores otorgan al producto o servicio que dicho trabajador ayuda a crear. Un diseñador gráfico puede tener ingresos más altos si el mercado valora altamente sus creaciones, mientras que otro con iguales capacidades podría ganar menos si sus diseños no son considerados valiosos por los consumidores.

Menger nos enseña que comprender la economía es mucho más que observar costos y cifras; se trata de entender profundamente las preferencias humanas. Este enfoque no solo explica mejor la realidad económica cotidiana, sino que también proporciona herramientas útiles para los empresarios, quienes pueden anticiparse mejor a las demandas del mercado, y para los responsables políticos, quienes pueden desarrollar políticas económicas más alineadas con las verdaderas necesidades y deseos de la población.

La teoría de la imputación no es solo un concepto académico; es una realidad práctica y cotidiana. En definitiva, Carl Menger nos dejó un legado invaluable que redefine el papel central del consumidor y sus preferencias en la economía.

Deja tu comentario ante la pregunta: ¿Las empresas privadas consideran la imputación de Menger o ponen sus precios basados en costos?

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domingo, 13 de abril de 2025

Vecinos vigilantes: el rostro civil del autoritarismo socialista


Los regímenes autoritarios, especialmente aquellos de corte socialista y populista, han perfeccionado una herramienta de control social tan efectiva como perversa: la creación de grupos civiles armados o parapoliciales que operan al margen de la ley para sofocar la disidencia. Este sistema —que fusiona la intimidación vecinal con la violencia callejera— no es nuevo, pero ha cobrado fuerza en América Latina como parte del arsenal de regímenes que temen al pensamiento libre.

Cuba: los Comités de Defensa de la Revolución (CDR)

Establecidos en 1960, los CDR son el ejemplo más claro de una red de espionaje ciudadano institucionalizada. Su propósito declarado es “proteger los logros de la revolución”, pero en la práctica funcionan como órganos de delación, acoso y represión barrial. Cada cuadra tiene su célula, cada ciudadano crítico es monitoreado, y la sospecha se convierte en sentencia sin juicio. El precio de disentir en Cuba no lo impone un tribunal, lo ejecuta tu propio vecino y casi siempre termina siendo apresado el que intentar expresarse contra el hambre y el autoritarismo cubano del partido único.

Venezuela: colectivos motorizados y leales al chavismo

En el país de Bolívar, los colectivos motorizados son bandas armadas oficialistas que patrullan con total impunidad, atacando manifestaciones, hostigando a periodistas y sembrando terror en zonas opositoras. Durante las protestas de 2014 y 2017, se documentaron múltiples crímenes cometidos por estos grupos con el consentimiento —o complicidad— de las fuerzas armadas. Son el brazo callejero del poder, reparten miedo a cambio de impunidad.

Haití: los Tonton Macoutes, pioneros del terror civil

Bajo el régimen de François y luego de Jean-Claude Duvalier, los Tonton Macoutes fueron un cuerpo paramilitar creado para intimidar, torturar y asesinar opositores. Con atuendos negros y machetes al cinto, simbolizaban la muerte inminente para todo aquel que se atreviera a alzar la voz. Eran temidos por la población no solo por su brutalidad, sino porque respondían solo al dictador, no a ley alguna. Haití vivió bajo su sombra por décadas, y su huella aún persiste en la memoria colectiva.

Nicaragua: parapoliciales y juventudes sandinistas al acecho

Durante las revueltas de 2018 contra el régimen de Daniel Ortega, el mundo fue testigo del resurgimiento de una vieja táctica: usar civiles armados y encapuchados para reprimir la protesta social. Grupos parapoliciales, coordinados con la policía nacional, atacaron universidades, iglesias y barrios opositores. La Juventud Sandinista, con respaldo estatal, actúa como fuerza de choque en las calles, sembrando miedo e impunidad. Nicaragua se ha convertido en un laboratorio del totalitarismo moderno.

¿Qué tienen en común estos grupos?

  1. Impunidad total: No rinden cuentas a la justicia. Son “intocables”.

  2. Adiestramiento ideológico: Su lealtad es al líder, no al pueblo.

  3. Destrucción del tejido social: Siembra el miedo entre vecinos, amigos y familias.

  4. Legalización del terror: El Estado se lava las manos, mientras el terror civil hace el trabajo sucio.

¿Qué nos enseñan estos ejemplos?

Que el totalitarismo no necesita grandes ejércitos cuando logra que los ciudadanos se conviertan en verdugos de sus propios conciudadanos. Esta estrategia —vil, pero eficaz— destruye la libertad desde dentro, bloquea la protesta pacífica, y convierte la participación política en una sentencia de muerte civil (o literal).

Hoy más que nunca debemos rechazar estos modelos autoritarios que disfrazan su represión como “participación popular” o “defensa de la patria”. Los ciudadanos deben protegerse del Estado con la Constitución, no temerle.

¿Estamos dispuestos a vivir en una sociedad donde el que opina diferente puede ser denunciado, golpeado o asesinado por otro civil con respaldo del gobierno? Si la respuesta es no, entonces es momento de alzar la voz, defender nuestras libertades y no normalizar el miedo como método de gobierno. Sígueme y deja tu comentario.

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