En la era de las redes sociales, donde muchos jóvenes se ven tentados por las ideas colectivistas que prometen igualdad mediante la imposición estatal, es urgente volver a las raíces del pensamiento liberal que defiende la libertad individual como pilar del progreso. Friedrich August von Hayek, premio Nobel de Economía y una de las figuras más influyentes del siglo XX, desarrolló conceptos fundamentales que hoy más que nunca debemos rescatar: el individualismo verdadero y el orden espontáneo.
¿Qué es el individualismo verdadero según Hayek?
Contrario a lo que repiten algunos críticos superficiales, el individualismo de Hayek no promueve el egoísmo ni el aislamiento. Se trata de reconocer que cada ser humano es portador de un conocimiento único, de fines propios y de la capacidad para tomar decisiones sobre su vida. El individualismo falso, al que Hayek también critica, es el que reduce al ser humano a un ente racional abstracto, como lo hacía Rousseau o algunos autores socialistas utópicos, pensando que pueden moldearlo desde arriba mediante planificación.
En cambio, el individualismo verdadero entiende que nadie, ni siquiera el más sabio de los planificadores, posee toda la información necesaria para dirigir la vida de los demás. La libertad, entonces, no es un lujo burgués, sino una necesidad funcional para que las personas puedan descubrir lo que es mejor para ellas mismas.
El orden espontáneo: cuando la libertad crea armonía
Una de las contribuciones más brillantes de Hayek es su explicación del orden espontáneo. Este concepto sostiene que muchas instituciones que sostienen nuestras sociedades –el lenguaje, el dinero, el mercado, el derecho consuetudinario– no fueron diseñadas por nadie, sino que surgieron como resultado de miles de interacciones entre individuos libres. Es un orden que no es producto del diseño, sino de la acción humana no intencionada.
Un ejemplo muy práctico: imagina el tráfico en una gran ciudad sin semáforos, pero con millones de personas conduciendo según ciertas reglas no escritas: ceder el paso, evitar choques, respetar el flujo. Aunque parezca caótico, estudios han demostrado que en muchos contextos, cuando se quitan los semáforos y se permite que las personas se autorregulen, el tránsito fluye incluso mejor. No hay un “director de orquesta”, pero el resultado es armonioso.
Del mismo modo, en el mercado, cada persona persigue su propio beneficio, pero al hacerlo –cuando existe respeto a la propiedad privada y al marco legal básico– termina beneficiando a otros. Como lo decía Adam Smith en La riqueza de las naciones, es como si una “mano invisible” guiara todo el sistema hacia el bienestar general.
La epistemología del individualismo y el orden espontáneo
Desde una perspectiva epistemológica, Hayek sostiene que el conocimiento está disperso entre los individuos y que ninguna autoridad central puede poseer toda la información necesaria para tomar decisiones eficientes para toda la sociedad. Esta visión se fundamenta en el concepto de individualismo metodológico, que postula que todos los fenómenos sociales deben explicarse a partir de las acciones y decisiones de los individuos.
El profesor Alí Javier Suárez Brito, en su obra Friedrich Hayek: Individualismo y Orden Espontáneo, profundiza en esta idea al señalar que el individualismo hayekiano no es solo un método, sino una teoría social que explica cómo los individuos, en la búsqueda consciente de sus propios fines, cooperan de forma extensa y no consciente en un orden no creado deliberadamente, produciendo resultados que nadie está en capacidad de prever .
El error de los colectivistas
La izquierda colectivista, en su afán de igualdad, cree que puede “ordenar” la economía y la sociedad desde el Estado. Pero ese deseo de control lo que genera es rigidez, escasez y pérdida de libertad. La historia lo ha demostrado con creces: la Unión Soviética planificaba cuántos zapatos producir cada año… y millones de personas terminaban descalzas o con tallas que no necesitaban. En cambio, en un sistema de libre mercado, los consumidores deciden con sus elecciones diarias qué se produce y en qué cantidad.
Autores como Karl Popper y Milton Friedman también han defendido esta idea de libertad como fundamento del progreso. Popper, en La sociedad abierta y sus enemigos, advierte sobre el peligro de imponer visiones utópicas colectivas que terminan en tiranías. Friedman, por su parte, en Capitalismo y libertad, insiste en que solo el mercado libre puede garantizar una convivencia verdaderamente voluntaria y pacífica.
¿Por qué los jóvenes deben entender esto?
Porque el futuro está en sus manos. Si creen en las promesas vacías del colectivismo, terminarán viviendo en sociedades donde pensar diferente se castiga y donde el mérito es sustituido por la obediencia al partido o al Estado. Si, en cambio, comprenden el poder del orden espontáneo y del individualismo responsable, podrán construir comunidades más libres, creativas y prósperas.
Como dijo Hayek: “El motor de todo desarrollo humano es la libertad individual”. No renuncies a ella por el espejismo de una igualdad impuesta.
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